Siempre he
pensado que legislar no vale de nada.
No vale de nada
si no se existe una estructura ágil e
independiente que haga que se cumplan las leyes. Tengo la sensación de que
nos preocupan más las normas que su cumplimiento. Una normativa justa y bien
reglamentada siempre da la apariencia de que se vela por la defensa de nuestros
derechos y el cumplimiento de las buenas prácticas.
Si no hay
control, las leyes, decretos, reglamentos, estatutos, etc. no son más que una
fachada, una simple declaración de intenciones en el mejor de los casos o la
materialización de la práctica demagógica en otras. Si no existen órganos que
vigilen su cumplimiento y que atiendan de forma efectiva las reclamaciones de
los ciudadanos es mejor que no existieran.
Y no me refiero
sólo a la administración pública si no en general a cualquier asociación o
colectivo que precise de un ordenamiento para su buen funcionamiento.
Uno de nuestros
principales derechos, y en el que se basa nuestra sociedad, es el de poder
elegir a nuestros representantes: DEMOCRACIA.
Me atrevería a decir que es casi una obligación, aunque respeto a quien opina
lo contrario, sobre todo porque su argumento es el que ha motivado este
artículo. El derecho a participar en unas
elecciones, sean en el ámbito que sean, es sagrado. Por ese motivo poner todos los medios posibles para
favorecer la participación de los electores es una obligación de los
organizadores del proceso electoral. Si esto no ocurre estamos ante un fraude y
si el ciudadano no tiene la posibilidad de reclamar ante un órgano competente o
este órgano no es imparcial entonces no estamos en una democracia. Privar a un ciudadano de su derecho al voto,
aunque sea por omisión, lo considero una falta muy grave.
No creo que
haya un solo demócrata que no comparta lo que acabo de exponer y por eso
nuestro sistema electoral cuida que haya mesas en todos los núcleos de
población o facilita el transporte en aquellos de reducido número de votantes.
Por eso los colegios electorales no pueden tener barreras arquitectónicas que
dificulten el ejercicio del voto a ciudadanos con minusvalías. Por eso se
publican censos electorales con antelación a las elecciones, para evitar que un
error administrativo prive a un ciudadano de su derecho al voto. Por eso se
crea la posibilidad de voto por correo. Y así, otras muchas medidas enfocadas
en que nadie se quede sin votar a no
ser que no quiera ejercer ese derecho.
Pero democracia
no es sólo ir a votar, también es aceptar
el resultado de las elecciones, y si lo anterior no se cumple, los
resultados no pueden ser aceptables y si no hay un órgano ante el que protestar
¿cómo se llama esto? Por suerte esto no ocurre y todos aceptamos los resultados
de las elecciones, sin perjuicio de que sigamos defendiendo nuestras
posiciones.
La Ley Electoral no es una fachada,
realmente se cumple, porque se cumplen cada uno de los preceptos que he
comentado antes. Sin embargo esto no ocurre ni en todas leyes ni en todos los
organismos o asociaciones.
La democracia
puede tener muchas cosas que mejorar, pero el proceso electoral es intachable.
Sobre democracia se podrán decir muchas más cosas pero lo más importante es
respetar la libertad.
Dicho esto,
sólo espero que no me toque ser mesa en las próximas autonómicas.